Estudio Monstruo: Cuando las ansias de saber sobrepasan la ética
La historia de la Psicología no siempre está adornada con grandes descubrimientos y hechos excelsos. Experimentos poco éticos como el estudio de Zimbardo o el estudio de Milgram en el metro en ciertas ocasiones han hecho pedir disculpas a sus autores o a las universidades que los han acogido, como es el caso del que se conoce como el “Estudio Monstruo”.
En este caso en cuestión el experimento fue desarrollado por Wendell Johnson, profesor de la Universidad de Iowa, que tomó como sujetos de experimentación a un total de 22 huérfanos que vivían en Davenport. Corría entonces el año 1939.
Para seleccionar a los pequeños entrevistaron a un total de 256 niños, de los cuales seleccionaron 10 que presentaran tartamudez y otros 12 que no tuvieran problemas del habla. Como cabe esperar, se emparejaron tomando en cuenta el género, la edad y el Coeficiente Intelectual.
Como asistente del investigador intervino una estudiante, Mary Tudor, quien después de haber separado a los pequeños en dos grupos, era la encargada de comunicarse de manera positiva con los niños de forma que estos desarrollaran con fluidez su discurso pero a la misma vez se comunicaba de manera negativa con la otra mitad de los pequeños menospreciándolos por cualquier imperfección que estos mostraran en su habla y les recalcaba que eran tartamudos.
Como puede presuponerse, el grupo de niños que estuvo sometido a la influencia negativa no solo desarrollaron durante su vida serios problemas en la comunicación y el lenguaje sino que también mostraron trastornos desde el punto de vista psicológico. Como cabría esperar, el estudio también se intentó mantener oculto por miedo a las repercusiones mediáticas y sociales que éste podría tener pero también porque los propios colegas de Wendell le aconsejaron que no empañara su reputación con la publicación del mismo. No obstante, en el año 2001 la Universidad de Iowa se disculpó públicamente por este hecho y actualmente es posible leer la tesis en la biblioteca de esta universidad.
El verdadero objetivo del estudio se centraba en propiciar la tartamudez en los niños sanos modificando solamente la forma de comunicarse con los pequeños y a la misma vez, eliminar la tartamudez de los otros niños a partir de una comunicación afectuosa y un lenguaje claro.
El periodo experimental se extendió durante cinco meses en los cuales los pequeños eran sometidos a 45 minutos de charlas que verdaderamente seguían un guión prefijado con antelación. A muchos pequeños que tenían dificultades al hablar solía decirles: “Superarás la tartamudez y serás capaz de hablar incluso mejor que las personas que te rodean. No prestes atención a aquellos que critican tu habilidad, sin dudas no se dan cuenta que es solo una fase”. Al contrario, con los pequeños sanos el discurso cambiaba radicalmente: “El equipo médico ha llegado a la conclusión de que tienes un gran problema al hablar. Tienes muchos de los síntomas de los niños que son tartamudos. Debes hacer algo para detenerte inmediatamente. Utiliza tu poder. No hables a menos que puedas hacerlo bien. ¿Has visto como habla (y mencionaba el nombre de un niño del orfanato que mostraba evidentes problemas de tartamudez)? Sin lugar a dudas comenzó igual que tú.”
Tudor recogía en sus notas que después de la quinta sesión los resultados eran evidentes: muchos de los niños que hablaban perfectamente el mes antes, ahora se negaban a hablar o mostraban dificultades. Por supuesto, en este caso se refería a pequeños entre los 5 y los 9 años de edad porque en el adolescente de 15 años que era más consciente de sí mismo, el proceso demoró un poco más sin embargo, las consecuencias fueron más severas.
Después que el experimento terminó la propia Tudor regresó en varias ocasiones al orfanato para brindar ayuda a los pequeños que había convertido en tartamudos y aunque afirma que estos se curaron del todo de sus problemas para hablar, también refiere que no está segura de los efectos que tuvo el experimento para los niños.
En la actualidad algunos especialistas afirman que el experimento presentaba errores metodológicos importantes por lo que sus resultados (más allá de su falta de ética) no son aprovechables para profundizar en el conocimiento de la tartamudez. No obstante, existen otros especialistas que afirman que este estudio es una muestra de que la tartamudez es una problemática eminentemente psicológica. Aún así, actualmente cada vez son más los psicólogos que afirman que la tartamudez (o disfemia) es un trastorno multifactorial.
Vale aclarar que en Agosto del 2007, seis de estos huérfanos fueron recompensados por el estado de Iowa con un total de 925.000 dólares debido al daño emocional provocado. Esta demanda se realizó como consecuencia de un artículo publicado en el año 2001 en el Mercury News donde el reportero evidenciaba los efectos psicológicos que habían sufrido estas personas.
Por supuesto, hoy por hoy la American Speech Language Hearing Association prohíbe las experimentaciones de este tipo.
Fuente:
Dyer, J. (2001) Ethics and Orphans: The “Monster Study”. En: Departamento de Psicología de la Universidad de Stanford.
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